Este invierno está siendo una prueba del calor a destiempo que ya se venía anunciando por los expertos. Lo que para muchas personas son días agradables, en realidad son claros ejemplos de cómo el clima está cambiando. Estos cambios están empezando a demostrar sus repercusiones, ya que el clima extremo daña nuestra salud.
«El aumento de las temperaturas y de los eventos extremos más frecuentes e intensos, como las olas de calor, inundaciones, sequías e incendios forestales, amenazan nuestra salud en términos de exceso de mortalidad debido al calor extremo y la contaminación, aumentando la exposición a enfermedades infecciosas, la pérdida de productividad laboral y empeorando la salud mental», resume Rachel Lowe, líder del equipo de Resiliencia en Salud Global del Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS) y directora de The Lancet Countdown in Europe, la versión europea del prestigioso informe sobre salud y cambio climático que publica anualmente la revista Lancet Public Health.
Esta tendencia al alza de las temperaturas a escala global ha llevado a que la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), en su informe de noviembre, considerase al calor como la mayor amenaza climática para la salud de los europeos. Esta consideración llega pese «al clima predominantemente templado y a la situación socioeconómica relativamente próspera que hay en comparación con otras regiones». La población europea es especialmente sensible al calor por el envejecimiento de la población y la prevalencia de enfermedades crónicas, además de por otros factores como la urbanización, el «efecto isla» en las ciudades y prácticas laborales obsoletas, según señala este informe liderado por Aleksandra Kamierczak.
Por qué el clima extremo daña nuestra salud
Tras la vulnerabilidad de la población europea ante el calor hay dos razones vinculadas al cambio climático. Por una parte, «el aumento de temperaturas, que provocan ya el mayor número de muertes asociadas a causas naturales en Europa y se espera que aumenten sustancialmente debido al cambio climático antropogénico». Por otra parte, la propagación de enfermedades infecciosas a causa de las condiciones apropiadas para que lleguen insectos que antes no vivían en nuestro continente.
«Estamos viendo en Europa cada vez más brotes locales de enfermedades transmitidas por el mosquito Aedes albopictus (también llamado mosquito tigre), como el dengue y el chikungunya, por ejemplo, en España, Francia e Italia. Esto es algo particularmente preocupante, dada la creciente conectividad entre Europa y las áreas del mundo donde el dengue y el chikungunya son endémicos, a lo que se suma un alargamiento de las estaciones aptas para los vectores que pueden transmitir estas enfermedades», explica Lowe.
Según el primer informe The Lancet Countdown in Europe publicado el pasado octubre, «las condiciones ambientales favorables para la transmisión del dengue aumentaron un 30% en la última década con respecto a los años 50«. Por su parte, «el riesgo ambiental de brotes del virus del Nilo Occidental creció un 149% en el sur de Europa y un 163% en Europa central y oriental en el periodo 1986-2020 con respecto a 1951-1985». Por otro lado, también se está alterando la temporada de floración de varias especies de árboles que producen alergias.
«Nuestro reciente informe de indicadores Lancet Countdown in Europe mostró que desde 2000, las muertes relacionadas con el calor han aumentado en 15 muertes por millón de habitantes por década en promedio en toda Europa y en 30 muertes por millón de habitantes por década en España», precisa Rachel Lowe.
Medidas para prevenir los daños a la salud por altas temperaturas
Sin medidas efectivas de adaptación, advierte AEMA, el número de fallecidos irá en aumento hasta el punto de que 90.000 europeos podrían morir cada año por las temperaturas extremas hacia 2100 en un escenario en el que la temperatura global aumente 3ºC. Por el momento, ya se ha superado el grado de calentamiento.
Lowe detalla algunas de las medidas que podrían implantarse. «Los esfuerzos integrados de adaptación y mitigación, como la ecologización urbana, el diseño de edificios energéticamente eficientes, infraestructuras seguras para moverse en bicicleta y caminar, son cruciales para aumentar simultáneamente la resiliencia, reducir las emisiones de carbono y proporcionar beneficios colaterales para la salud, como un aire más limpio y ciudades más habitables». Como señala esta experta, «la creciente intensidad y frecuencia de los eventos extremos, incluidas las olas de calor, no sorprende a la comunidad científica, que lleva décadas advirtiendo sobre estos riesgos. Lo que sorprende y preocupa es la carencia de esfuerzos ambiciosos de adaptación y mitigación por parte de los líderes mundiales para proteger la salud y los medios de subsistencia de los devastadores impactos en la salud del cambio climático antropogénico».