Mandar un correo contamina. Pero no solo eso, muchas actividades que realizamos en nuestro día a día y que, aparentemente, pueden parecer propias de una vida sostenible, a veces no lo son tanto. El problema viene a la hora de medir los efectos que tienen nuestras actividades diarias sobre el planeta. Esta dificultad en la medición radica en una dificultad a la hora de afrontar el proceso de desacarbonización que pide Europa.
Como expone el informe sobre la huella de carbono en los hogares españoles publicado por BBVA, «de cada tonelada de gases de efecto invernadero que enviamos a la atmósfera, apenas somos capaces de contabilizar el 30% del total«.
Según explica El Mundo, el problema es que «continúa siendo muy difícil extrapolar al cómputo global actividades como, por ejemplo, ir al teatro, salir a cenar o hacer uso del transporte«. «Cuando mando un correo, voy al cine, cojo el metro o voy en el 27, estoy haciendo uso de mi huella de carbono», comenta Julián Cubero, economista líder de BBVA Research.
Mandar un correo también contamina
«Las estadísticas oficiales sólo nos dan un trocito de la huella de carbono», asegura Cubero. El análisis revela que, en 2016 año, los gastos de los hogares en movilidad (25%) y alimentación (25%) representaron la mitad de la huella de carbono indirecta de los hogares. El uso intensivo de ropa aporta anualmente el 3%, así como otras actividades rutinarias como mandar un correo electrónico.
Para Cubero es el momento oportuno para comenzar a aplicar técnicas de análisis de «datos masivos» -big data- que permitan abordar esta situación. «Con este enfoque, se podría llegar a monitorizar los esfuerzos de descarbonización de las diferentes familias españolas, estimando de una forma mucho más precisa su contribución a la huella de carbono global», expone El Mundo en su artículo.
«El cálculo de las emisiones individuales de CO2 requiere un enfoque integral, que combine datos y análisis de diferentes fuentes y aproximaciones», apunta el documento. «La huella de carbono de un hogar concreto puede ser muy diferente de la de otros incluso dentro de un país: tenemos que mejorar esta medida para acercarnos lo más posible al hogar concreto», matiza.
Este tipo de datos permitiría, a ojos del investigador Cubero, establecer correlaciones que ya indica la literatura económica, como la existente entre los niveles de renta y la contaminación. Las rentas más altas «son más intensivas en el uso de CO2, mientras que las más bajas están más expuestas a las emisiones ligadas al combustible», justifica.